Cuba es el país del tabaco, ron y café y este último producto, tras vivir periodos de máximo esplendor a principios del siglo XIX y de auténtico declive a mediados del siglo XX, busca hoy recuperar su protagonismo y referencia en el mercado mundial. El camino no está resultando libre de obstáculos, pero la fama adquirida por algunos cafés de la isla en mercados tan exigentes como el japonés, han abierto las puertas a una nueva oportunidad a los cafés cubanos, oportunidad que sus productores no están dispuestos a dejar pasar.

Como sucede en otros países sudamericanos, el origen de la caficultura en Cuba debemos buscarlo entre las historias de colonos europeos que por motivos bien dispares, religiosos, militares, comerciales, políticos… cruzaron el Atlántico y apostaron por este producto como proyecto de vida, conocedores del valor creciente del café en el Viejo Continente.

En el caso cubano, los primeros cafetos llegaron a la isla en 1748 de mano de José Antonio Gelabert, natural de Barcelona, que como Contador Mayor de Cuentas de Cuba llevó hasta Wajay, en las inmediaciones de la Habana, unas cuantas plantas de café de la República Dominicana.

Ahora bien, al contrario de lo que se podría presuponer a las intenciones de Gelabert con esos cafetos, su idea no era dedicarse a la caficultura para la venta de café al uso, sino que su objetivo era elaborar aguardientes con las cerezas de este producto.

Sea como fuere, lo cierto es que la propagación del cultivo de café con fines comerciales en la isla fue notablemente más lento que en otros lugares, y no alcanzaría volúmenes suficientes para ser considerado un bien comercial hasta 1827. Los impulsores fueron los colonos franceses que se establecieron con sus esclavos en las montañas del oriente, tras huir de la revolución haitiana de 1791 y trajeron a Cuba sus conocimientos sobre cultivo de café.

DEL BOOM AL COLAPSO DEL CAFÉ

Tras poco tiempo en la isla, los franceses se dieron cuenta de las buenas condiciones para el cultivo del café en Cuba y pusieron en marcha cultivos intensivos de café en los contrafuertes y zonas altas de la Sierra de Santa Maestro.

Los inmigrantes trajeron técnicas modernas de cultivo y beneficio de café que dieron pie a unas dos mil plantaciones con más de 100.000 personas trabajando en ellas. Vivían en la abundancia y disfrutaban de vidas llenas de lujos y refinamientos como la del catalán propietario del “El cafetal de Sitges”, una de las fincas más espléndidas de la época, con una casa palacio con biblioteca, billar, capilla e incluso escuela propia.

Entre 1827 y 1850 la producción de café vivió una época dorada en Cuba, la cual empezó a decaer tras la “guerra de las tarifas” con Estados Unidos y el éxito de la producción de caña de azúcar que extendió por todo el territorio cubano a partir de mediados del siglo XIX.

En los años sucesivos el cultivo de café en Cuba fue perdiendo interés. En 1960, último año del capitalismo en la isla, Cuba produjo 60,000 toneladas de café, pero desde la sovietización de la economía por Fidel Castro, la industria cubana de este producto se derrumbó.

Los que se ofrecieron como voluntarios para producir café no tenían experiencia previa y muchos de los que habían trabajado la tierra anteriormente habían huido del país a raíz de la revolución. La producción cafetera tuvo problemas y recibió pocos incentivos para impulsar la industria, y a medida que el comercio de café cubano se tambaleaba, muchos otros países centroamericanos no hacía más que disfrutar de mayores exportaciones y éxito en los mercados in- ternacionales. El café cubano se quedaba atrás y el colapso de la Unión Soviética, y el embargo estadounidense, vigente hasta 2016, lo acabaron de hundir.

El café de Cuba tiene baja acidez, cuerpo, intensidad media y fragancias cítricas

Actualmente la producción cafetera cubana ha perdido buena parte del esplendor de antaño, pero los esfuerzos de sus productores a favor de una mejora constante de la calidad de su producto, está propiciando no solo un tímido, pero constante incremento en la producción nacional desde 2014, sino también cierta curiosidad por parte de la comunidad cafetera internacional por un café, del que en la cosecha 2019/2020 se produjeron un total de 130.000 sacos de 60 kg de grano exclusivamente de variedades de café Arábica.

El café ha sido históricamente uno de los grandes emblemas de la identidad de la Isla, junto al ron y el tabaco y, hoy, se le quiere devolver su protagonismo.

PRODUCCIÓN

En este momento, la producción cafetera cubana a pesar de ir creciendo, aún es significativamente baja y no ha superado los 6.800 a 7.800 toneladas anuales, este último quinquenio. Las condiciones de cultivo son bastante rudimentarias y gran parte del equipo utilizado es antiguo lo que dificulta una mayor aceleración en la producción.

Muchos caficultores todavía dependen de las mulas, tanto para los trabajos en el campo como para el posterior transporte del café a los centros de acopio, un camino, este, no siempre sencillo, pues las carreteras suelen sufrir daños por la alternancia de lluvias y sequías, lo que en ocasiones dificulta el tránsito y con ello el traslado del café a los centros de acopio y beneficiado.

Cuba, la isla más grande del Caribe, es bastante plana, aunque cuenta con zonas con elevación suficiente para producir café. En estas áreas de montañas, el clima y la topografía se adaptan bien al cultivo, dando como resultado cafés con personalidad propia, cultivado a la sombra de plataneros y otros árboles no frutales.

En Cuba ya existen fincas que empiezan a destacar por la alta calidad de sus cafés

Actualmente las tres principales zonas cafetaleras cubanas se dividen en tres sierras, la Sierra del Escambray, donde se producen algunos de los mejores cafés de la isla; la Sierra Rosario, la primera Reserva de la Biosfera de Cuba y la Sierra Maestra, la zona de mayor producción de café del país.

Allí, los cafetales crecen a la sombra de árboles centenarios, en suelos permeables, con altos contenidos de materia orgánica y arcilla que permiten que el agua se absorba fácilmente.

EL CAFÉ CUBANO

Las principales variedades de café que cultivan los productores cubanos son todas de cafés arábicas, siendo las más populares en las fincas, la Típica, Borbón, Caturra, Catuai, Catimor, San Ramón y Villalobos.

Destacan por su calidad, los cafés de las zonas montañosas de Arroyo Bermejo, Pico Blanco, topes de Sabanita, la Herradura, Boquerones y Jibacoa. En esta última ubicación crecen entre otros, los afamados cafés de Crystal Mountain, un grano muy apreciado por los japoneses. En estos territorios también es fácil encontrar, plantaciones de café de la variedad Lafernó, salida de la Estación Experimental del Café de Jibacoa y que ofrece un grano de un sabor inconfundible y de muy baja acidez.

Por el momento, la trazabilidad de la mayoría de estos cafés y del resto de los que se producen en la isla, es todavía complicada de llevar a cabo hasta la finca, aunque sí que es posible trazar su subregión en particu- lar y cada vez más se logra llegar hasta el productor.

Y es que en Cuba ya existen fincas que empiezan a destacar por la alta calidad de sus cafés. A pesar de soportar muchas dificultades, la industria cafetera sigue siendo un motivo de orgullo nacional y el sector está luchando por ser rentable. Actualmente, la esperanza esta puesta en la tendencia al alza de los precios del café que los caficultores cubanos esperan tenga algún beneficio positivo en la producción de café en la isla, sobre todo en términos de calidad.

A destacar, además, el origen orgánico de buena parte del café producido Cuba, pues si bien la Unión Soviética proporcionó durante años fertilizantes a este país, cuando la URSS se disolvió y los productos rusos dejaron de llegar poco a poco con tanta facilidad a la isla, a la agricultura cubana no le quedó otra que seguir avanzando sin pesticidas ni fertilizantes, con lo que queriendo o no, buena parte de la producción nacional de café, y también de otros muchos productos, pasó a ser orgánica.

FINCAS CAFETALERAS, PATRIMONIO CULTURAL DE LA HUMANIDAD

Cuba cuenta con la mayor cantidad de ruinas de haciendas cafetaleras de todo el mundo. La mayoría son restos arqueológicos en excelente estado de conservación y un testimonio excepcional del uso de técnicas agrícolas precursoras en terrenos difíciles. Tanto es así, que en el año 2000, la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad a las que se ubican en la zona oriental del país, como un ejemplo importante del desarrollo del café en el Caribe. Se consideran un monumento a la ingeniería vial e hidráulica y su visita aclara aspectos importantes de la historia económica, social y tecnológica en esta parte del mundo.

En Sierra Maestra existen 171 emporios agrícolas y vestigios de plantaciones fundadas, mayoritariamente, por hacendados europeos en el siglo XIX. Recorrer fincas como “LaFraternidad”, “TresArroyos” o el Museo “La Isabelica”, ubicado en la antigua hacienda cafetalera del mismo nombre, en la comarca de la Gran Piedra, son visitas obligadas para los amantes del café y constituye toda una experiencia para quienes, además, gusten de historias singulares y de leyendas, que por allí también existen.

“La Isabelica”, por ejemplo, fue fundada por el francés Constantin Rousseau, quien la bautizó con el nombre de su mujer, una bella esclava llamada María Isabel. En sus años más esplendorosos, la finca llegó a tener más de 130 hectáreas de terreno, donde trabajaban 30 esclavos de forma permanente en el cuidado del café. La plantilla, en época de cosecha se completaba con trabajadores de las haciendas de caña cercanas, siendo “La Isabelica”, una de las más prósperas del lugar.

En su casa-museo se exponen enseres, mobiliario y material diverso originario de las épocas de máximo esplendor de la finca que invitan al visitante a realizar un salto en el tiempo y retornar a los orígenes de la caficultura cubana. Frente a esta casona histórica, se extienden, además, un amplio patio de cemento donde se secaba el café, mientras que en la parte trasera se conserva un “trapiche” o tahonna, una especie de noria donde se despulpaba el café. Este artilugio era movido por un caballo que daba vueltas arrastrando una piedra redonda que machacaba las cerezas dentro de un canal circular.

En la zona también se pueden visitar las fincas de “La Iberia”, “Kentucky” y “Santa Sofía”, plantaciones gigantes que solían albergar a más de 600 esclavos.

Además de Sierra Maestra, la región occidental de la isla también alberga ruinas importantes como las del cafetal ”La Unión” o las de la finca “Buena Vista”, en Las Terrazas, al oeste de La Habana, una propiedad increíblemente bien conservada donde se percibe de inmediato la vida doméstica y productiva de lo que alguna vez fue una de las plantaciones más ricas de la zona. Dispersas, alrededor de Las Terrazas, hay, además, cerca de 60 plantaciones de café históricas que fueron abandonadas por sus propietarios, y donde hoy día crecen plantas de café silvestre por todas partes del bosque.

A destacar, también, las ruinas del afamado cafetal “Angerona”, emporio resplandeciente por su productividad y belleza en la Cuba colonial y nido de amor de un hacendado alemán y una esclava antillana.

Estudio y rescate del patrimonio cafetero cubano

Actualmente, las labores de estudio y rescate del patrimonio cafetero cubano se mantienen en la isla, ejemplo de lo cual es la reciente restauración de la finca “Fraternidad”, donde funcionará el Centro de Interpretación de la Cultura Rural del Café, que pondrá en contacto a los visitantes con elementos modernos de esa producción agrícola e industrial y complementará las muestras de prácticas más antiguas, exhibidas en “La Isabelica”.

En este proyecto, además, desempeña un papel relevante en la conservación y puesta en valor de la significativa historia del café en Cuba, el Centro para la Interpretación y Divulgación del Patrimonio Cultural Cafetalero, conocido como “Casa Dranguet” por su ubicación en la antigua residencia de un hacendado cafetalero de ese apellido en Santiago de Cuba.

La institución, sede del proyecto internacional “Los caminos del café”, con la colaboración de la Fundación franco-belga Malongo y la Unión Europea, promueve la creación de una ruta en el Caribe, como antesala de la expansión del café por América Latina. El objetivo es potenciar las riquezas materiales y espirituales de la cultura de este producto en la isla y los países caribeños de su alrededor.